24 [17e] Si no lo hice, fue para no poner el honor de un hombre por encima del honor de Dios. Yo no me arrodillaré delante de ningún otro fuera de ti, Señor; y si actúo así, no es por orgullo.
25 [17f] ¡Ahora pues, Señor, Dios y Rey, Dios de Abraham, no castigues a tu pueblo! Nuestros enemigos quieren destruirnos, quieren exterminar al pueblo que desde el principio ha sido tuyo.
26 [17g] ¡No te desentiendas de tu propiedad, a la que libraste del país de Egipto para que fuera tuya!
27 [17h] Escucha mi súplica, Señor; mira con bondad a Israel, que es tu propiedad, y convierte nuestro luto en alegría, para que viviendo podamos cantar a tu nombre. ¡No hagas callar los labios que te alaban!»
28 [17i] De igual manera, todos los israelitas clamaron a Dios con todas sus fuerzas, porque veían cercana su muerte.
29-31 [17j] También la reina Ester, dominada por una angustia mortal, recurrió al Señor. Se quitó sus vestidos lujosos, y se puso ropa de luto y tristeza; en lugar de finos perfumes, se cubrió la cabeza de ceniza y basura; maltrató mucho su cuerpo y, en vez de llevar sus alegres adornos, se dejó los cabellos sueltos y despeinados. Luego oró al Señor, el Dios de Israel, diciendo:
32 [17k] «¡Señor mío, Rey de todos nosotros, tú eres único! Ayúdame, pues estoy sola; fuera de ti, no tengo a nadie que me ayude; estoy en gran peligro.