3 [3] También en cada provincia adonde llegaba el edicto, los judíos manifestaban con gritos su tristeza y aflicción, y se acostaban sobre la ceniza y se vestían con ropas ásperas.
4 [4] Las criadas que estaban al servicio de Ester y los hombres que formaban su guardia personal, le comunicaron lo que estaba sucediendo. La reina, al oírlo, se llenó de angustia y envió ropa a Mardoqueo para que se cambiara las ropas ásperas que llevaba puestas, pero él no quiso aceptarla.
5 [5] Ester llamó entonces a Acrateo, que era de su guardia personal, y le ordenó que fuera de parte de ella a ver a Mardoqueo y averiguara exactamente lo que estaba sucediendo.
7 [7] Mardoqueo lo puso al corriente de lo que pasaba, y le habló de los trescientos treinta mil kilos de plata que Amam había prometido entregar al tesoro real a cambio de que los judíos fueran exterminados.
8 [8] También le entregó una copia del decreto de exterminación publicado en Susa, para que se la diera a Ester. Además, le recomendaba a Ester que hablara personalmente con el rey y le suplicara que interviniera en favor de su pueblo;]
8a [8a] que se acordara de cuando vivía humildemente bajo el cuidado de Mardoqueo, y que supiera que Amam, quien ocupaba el segundo lugar después del rey, había hablado a éste contra los judíos y quería matarlos. Igualmente le encargó que invocara al Señor y que hablara al rey en favor de los judíos y los salvara de la muerte.[
9 [9] Acrateo volvió y le contó esto mismo a Ester.