7 y Mardoqueo lo puso al corriente de lo que pasaba y de la cantidad de plata que Amam había prometido entregar al tesoro real a cambio de que los judíos fueran exterminados.
8 También le entregó una copia del decreto de exterminación publicado en Susa, para que se la diera a Ester y así pudiera ella estar informada de todo. También le recomendaba a Ester que hablara personalmente con el rey y le suplicara que interviniera en favor de su pueblo.
9 Hatac regresó y le contó a Ester lo que Mardoqueo le había dicho.
10 Entonces Ester envió nuevamente a Hatac con la siguiente respuesta para Mardoqueo:
11 «Todos los que sirven al rey, y los habitantes de las provincias bajo su gobierno, saben que hay una ley que condena a muerte a todo hombre o mujer que entre en el patio interior del palacio para ver al rey sin que él lo haya llamado, a no ser que el rey tienda su cetro de oro hacia esa persona en señal de clemencia, y le perdone así la vida. Por lo que a mí toca, hace ya treinta días que no he sido llamada por el rey.»
12 Cuando Mardoqueo recibió la respuesta de Ester,
13 le envió a su vez este mensaje: «No creas que tú, por estar en el palacio real, vas a ser la única judía que salve la vida.