6 Al día siguiente por la mañana se levantaron y ofrecieron holocaustos y sacrificios de reconciliación. Después el pueblo se sentó a comer y beber, y luego se levantaron a divertirse.
7 Entonces el Señor le dijo a Moisés:—Anda, baja, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha echado a perder.
8 Muy pronto se han apartado del camino que yo les ordené seguir. Se han hecho un becerro de oro fundido, y lo están adorando y presentándole ofrendas; y dicen: “¡Israel, éste es tu dios, que te sacó de Egipto!”
9 Además, el Señor le dijo a Moisés:—Me he fijado en esta gente, y me he dado cuenta de que son muy tercos.
10 ¡Ahora déjame en paz, que estoy ardiendo de enojo y voy a acabar con ellos! Pero de ti voy a hacer una gran nación.
11 Moisés, sin embargo, trató de calmar al Señor su Dios con estas palabras:—Señor, ¿por qué vas a arder de enojo contra tu pueblo, el que tú mismo sacaste de Egipto con gran despliegue de poder?
12 ¿Cómo vas a dejar que digan los egipcios: “Dios los sacó con la mala intención de matarlos en las montañas, para borrarlos de la superficie de la tierra”? Deja ya de arder de enojo; renuncia a la idea de hacer daño a tu pueblo.