9 Ana salió corriendo y abrazó a su hijo, diciendo:—¡Por fin te veo, hijo mío! ¡Ahora ya puedo morirme!Y empezó a llorar.
10 Tobit se levantó, y tropezando salió a la puerta de afuera.
11 Tobías, que tenía en la mano la hiel del pescado, se acercó a su padre y lo tomó de la mano. Entonces le sopló en los ojos, y le dijo:—¡Ten confianza, padre!En seguida le aplicó el remedio.
12 Luego, con ambas manos, le desprendió las nubes de los extremos de los ojos.
13 Entonces Tobit abrazó a su hijo, y llorando le dijo:—¡Por fin puedo verte, hijo mío, luz de mis ojos!
14 Y añadió:—¡Alabado sea Dios, alabado sea su glorioso nombre! ¡Alabados sean todos sus santos ángeles! ¡Que su glorioso nombre sea alabado por toda la eternidad! Porque él me castigó, pero luego tuvo compasión de mí, y ahora puedo ver otra vez a mi hijo Tobías.
15 Tobías entró en la casa muy contento y alabando a Dios en voz alta. Luego le contó a su padre lo bien que le había ido en su viaje, que había traído la plata, que se había casado con Sara, la hija de Ragüel, y que ella ya debía de estar llegando a las puertas de Nínive.