3 Tobías fue a buscar algún israelita pobre, y luego volvió y me llamó.—¿Qué pasa, hijo? —contesté.—¡Padre —me dijo—, hay un israelita asesinado, y está tirado en la plaza! ¡Lo acaban de estrangular!
4 Yo ni siquiera probé la comida. Rápidamente fui a la plaza, me llevé de allí el cadáver y lo puse en una habitación, esperando que llegara la noche para enterrarlo.
5 Volví a casa, me lavé bien y comí con mucha tristeza.
6 Entonces me acordé de lo que había dicho el profeta Amós al hablar contra Betel: «Cambiaré las fiestas en llanto por los muertos, y los cantos en lamentos fúnebres.» Y me puse a llorar.
7 Cuando llegó la noche, fui, cavé una fosa y enterré al muerto.
8 Mis vecinos se burlaban de mí y decían: «La vez pasada lo estuvieron buscando para matarlo por hacer eso, y se escapó; ¡y todavía no tiene miedo! ¡Ahí está otra vez enterrando a los muertos!»
9 Esa noche me lavé bien, salí de mi casa y me acosté junto a la pared de fuera con la cabeza descubierta porque estaba haciendo calor.