1 Así pues, queridos hermanos, éstas son las promesas que tenemos. Por eso debemos mantenernos limpios de todo lo que pueda mancharnos, tanto en el cuerpo como en el espíritu; y en el temor de Dios procuremos alcanzar una completa santidad.
2 ¡Dennos cabida en su corazón! Con nadie hemos sido injustos; a nadie hemos hecho daño; a nadie hemos explotado.
3 No les digo esto para criticarlos, pues, como ya les dije antes, ustedes están en mi corazón, para vivir juntos y morir juntos.
4 Tengo mucha franqueza para hablarles y estoy muy orgulloso de ustedes. En medio de todo lo que sufrimos, me siento muy animado y lleno de gozo.