22 Y ahora voy a Jerusalén, obligado por el Espíritu, sin saber lo que allí me espera.
23 Lo único que sé es que, en todas las ciudades a donde voy, el Espíritu Santo me dice que me esperan la cárcel y muchos sufrimientos.
24 Para mí, sin embargo, mi propia vida no cuenta, con tal de que yo pueda correr con gozo hasta el fin de la carrera y cumplir el encargo que el Señor Jesús me dio de anunciar la buena noticia del amor de Dios.
25 »Y ahora estoy seguro de que ninguno de ustedes, entre quienes he anunciado el reino de Dios, me volverá a ver.
26 Por esto quiero decirles hoy que no me siento culpable respecto de ninguno,
27 porque les he anunciado todo el plan de Dios, sin ocultarles nada.
28 Por lo tanto, estén atentos y cuiden de toda la congregación, en la cual el Espíritu Santo los ha puesto como pastores para que cuiden de la iglesia de Dios, que él compró con su propia sangre.