16 Pasamos por detrás de una pequeña isla llamada Cauda, donde el viento no soplaba tan fuerte, y con mucho trabajo pudimos recoger el bote salvavidas.
17 Después de subirlo a bordo, usaron sogas para reforzar el barco. Luego, como tenían miedo de encallar en los bancos de arena llamados la Sirte, echaron el ancla flotante y se dejaron llevar por el viento.
18 Al día siguiente, la tempestad era todavía fuerte, así que comenzaron a arrojar al mar la carga del barco;
19 y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron también los aparejos del barco.
20 Por muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.
21 Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó en medio de todos y dijo:—Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así habríamos evitado estos daños y perjuicios.
22 Ahora, sin embargo, no se desanimen, porque ninguno de ustedes morirá, aunque el barco sí va a perderse.