45 El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
46 Jesús gritó con fuerza y dijo:—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!Y al decir esto, murió.
47 Cuando el capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:—De veras, este hombre era inocente.
48 Toda la multitud que estaba presente y que vio lo que había pasado, se fue de allí golpeándose el pecho.
49 Todos los conocidos de Jesús se mantenían a distancia; también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea estaban allí mirando.
50-51 Había un hombre bueno y justo llamado José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea. Pertenecía a la Junta Suprema de los judíos. Este José, que esperaba el reino de Dios y que no estuvo de acuerdo con lo que la Junta había hecho,
52 fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.