3 Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralítico.
4 Pero como había mucha gente y no podían acercarlo hasta Jesús, quitaron parte del techo de la casa donde él estaba, y por la abertura bajaron al enfermo en la camilla en que estaba acostado.
5 Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo:—Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.
6 Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron:
7 «¿Cómo se atreve éste a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Sólo Dios puede perdonar pecados.»
8 Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó:—¿Por qué piensan ustedes así?
9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”?