20 Estando ellos sentados a la mesa, el Señor habló al profeta anciano que había hecho volver al profeta de Judá,
21 y en voz alta le dijo el anciano:–El Señor ha dicho que por haber tú desobedecido las órdenes que te dio,
22 pues te volviste para comer y beber donde el Señor te ordenó que no lo hicieras, no reposará tu cuerpo en el sepulcro de tus antepasados.
23 Cuando el profeta de Judá acabó de comer y beber, el profeta anciano le aparejó el asno,
24 y el profeta de Judá se fue. Pero en el camino le salió al encuentro un león y lo mató, y su cuerpo quedó tendido en el camino. El asno y el león, sin embargo, se quedaron junto al cadáver.
25 En esto pasaron unos hombres, que vieron el cadáver tendido en el camino y el león, que aún estaba junto a él. Y cuando llegaron a la ciudad donde vivía el profeta anciano, contaron lo que habían visto.
26 Al saberlo, el profeta anciano que había hecho volver al otro exclamó: “¡Ése es el profeta que desobedeció la orden del Señor! Por eso, el Señor lo ha entregado a un león, que lo ha despedazado y matado, conforme a lo que el Señor le dijo.”