26 En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le ordenó: “¡Vete a Anatot, a tus tierras! Mereces la muerte, pero no te mataré, porque has transportado el arca del Señor delante de David, mi padre, y has sufrido las mismas penalidades que él.”
27 De este modo, Salomón quitó a Abiatar del sacerdocio del Señor, y así se cumplió lo que el Señor había dicho en Siló en cuanto a la familia de Elí.
28 Joab se había puesto de parte de Adonías, pero no de parte de Absalón; así que Joab, cuando le llegó esta noticia, huyó al santuario del Señor y se refugió en el altar.
29 Pero informaron al rey Salomón de que Joab había huido al santuario del Señor, y que se había refugiado en el altar. Entonces Salomón mandó a Benaías, hijo de Joiadá, que fuera a matarlo,
30 y Benaías fue al santuario y dijo a Joab:–El rey ordena que salgas.Pero Joab contestó:–¡No! ¡Aquí moriré!Benaía fue al rey con la respuesta, y le contó lo que Joab le había respondido.
31 Entonces el rey contestó:–Démosle gusto. Mátalo y entiérralo, y borra de la casa de mi padre, y de mí también, la culpa de los asesinatos cometidos por Joab.
32 El Señor hará recaer sobre él la culpa de su propia muerte, porque, sin saberlo mi padre, Joab acuchilló a dos hombres más honrados y mejores que él: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército israelita, y a Amasá, hijo de Jéter, jefe del ejército de Judá.