5 Josafat se puso en pie en medio del pueblo de Judá que se había reunido en Jerusalén frente al atrio nuevo del templo del Señor,
6 y exclamó: “Señor, Dios de nuestros antepasados, ¡tú eres el Dios del cielo, tú gobiernas a todas las naciones! ¡En tus manos están la fuerza y el poder: nadie puede oponerte resistencia!
7 Dios nuestro, tú arrojaste de la presencia de tu pueblo Israel a los habitantes de este territorio, y se lo diste para siempre a los descendientes de Abraham, tu amigo.
8 Después de haberse establecido aquí, construyeron un templo para ti y dijeron:
9 ‘Si nos viene algún mal como castigo, sea la guerra, la peste o el hambre, nos presentaremos delante de este templo, porque tú estás en este templo, y en nuestras angustias te pediremos ayuda, y tú nos escucharás y nos salvarás.’
10 Pues ahora, aquí están los amonitas, los moabitas y los de la montaña de Seír, en cuyos territorios no quisiste que entraran los israelitas cuando venían de Egipto, sino que se apartaron de ellos y no los destruyeron.
11 En pago de eso, ahora nos atacan para arrojarnos de tu propiedad, de la tierra que nos diste en propiedad.