25 Además, ¿crees que yo he venido a atacar y destruir este país sin contar con el Señor? ¡Él fue quien me ordenó atacarlo y destruirlo!’
26 Eliaquim, hijo de Hilquías, Sebná y Joah respondieron al oficial asirio:–Por favor, háblanos en arameo, pues nosotros lo entendemos. No nos hables en hebreo, pues toda la gente que hay en la muralla está escuchando.
27 Pero el oficial asirio dijo:–No fue ni a tu amo ni a vosotros a quienes el rey de Asiria me mandó que dijera esto. Fue precisamente a la gente que está sobre la muralla, pues ellos, lo mismo que vosotros, tendrán que comerse su propio estiércol y beberse sus propios orines.
28 Entonces el oficial, de pie, gritó muy fuerte en hebreo:–Oíd lo que os dice el gran rey, el rey de Asiria:
29 ‘No os dejéis engañar por Ezequías; él no puede salvaros de mi mano.’
30 Si Ezequías quiere convenceros de que confiéis en el Señor, y os dice: ‘El Señor ciertamente nos salvará; él no permitirá que esta ciudad caiga en poder del rey de Asiria’,
31 no le hagáis caso. El rey de Asiria me envía a deciros que hagáis las paces con él, y que os rindáis; así cada uno podrá comer del producto de su viña y de su higuera, y beber el agua de su propia cisterna.