8-9 Cuando el rey volvió del jardín y entró en la sala del banquete, vio a Amán de rodillas junto al diván donde se hallaba recostada Ester, y exclamó:–¿Acaso también pretendes deshonrar a la reina en mi presencia y en mi propia casa?Tan pronto como el rey hubo pronunciado estas palabras, unos oficiales de su guardia personal cubrieron la cara de Amán. Y uno de ellos, llamado Harboná, dijo:–En casa de Amán está lista una horca, como de veintidós metros de alta, que él mandó levantar para Mardoqueo, el hombre que tan buen informe dio a Su Majestad.–¡Pues colgadlo en ella! –ordenó el rey.