9 Voy a hacerte duro como el diamante, más duro que la piedra. No les tengas miedo ni te asustes ante el gesto de su cara, por muy rebeldes que sean.”
10 Luego me dijo: “Escucha atentamente todo lo que te voy a decir y grábatelo en la memoria.
11 Ve a ver a tus compatriotas que están en el destierro y, tanto si te hacen caso como si no, diles: ‘Esto dice el Señor.’ ”
12 Entonces el poder de Dios me levantó, y detrás de mí oí un fuerte ruido, como de un terremoto, al levantarse de su sitio la gloria del Señor.
13 El ruido lo hacían las alas de los seres al rozarse unas con otras, y las ruedas que estaban junto a ellos; el ruido era como el de un gran terremoto.
14 El poder de Dios me levantó y me sacó de allí, y yo me fui triste y amargado, mientras el Señor me agarraba fuertemente con su mano.
15 Y llegué a Tel Abib, a orillas del río Quebar, donde vivían los israelitas desterrados; y durante siete días me quedé allí con ellos, sin saber qué hacer ni qué decir.