16 no le hagáis caso. El rey de Asiria me manda a deciros que hagáis las paces con él, y que os rindáis, y así cada uno podrá comer del producto de su viña y de su higuera, y beber el agua de su propia cisterna.
17 Después os llevará a un país parecido al vuestro, un país de trigales y viñedos, para hacer pan y vino.
18 Aunque Ezequías os diga que el Señor va a salvaros, no os dejéis engañar. ¿Acaso alguno de los dioses de los otros pueblos pudo salvar a su país del poder del rey de Asiria?
19 ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arpad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso pudieron salvar del poder de Asiria a Samaria?
20 ¿Cuál de todos los dioses de esos países pudo salvar a su nación del poder del rey de Asiria? ¿Por qué pensáis que el Señor puede salvar a Jerusalén?
21 Ellos se quedaron callados y no le respondieron ni una palabra, porque el rey había ordenado que no respondieran.
22 Entonces, afligidos, Eliaquim, mayordomo de palacio; Sebná, cronista, y Joah, secretario del rey, se rasgaron la ropa y se fueron a ver a Ezequías para contarle lo que había dicho el comandante asirio.