11 Ébed-mélec se llevó a los hombres; del depósito de ropa del palacio tomó unos trapos viejos que bajó con sogas a Jeremías, a la cisterna,
12 y le dijo:–Ponte esos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te hieran.Jeremías lo hizo así.
13 Entonces los hombres tiraron de las sogas y lo sacaron de allí. Después de esto, Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
14 El rey Sedequías mandó que llevaran ante él al profeta Jeremías, a la tercera entrada del templo. Allí el rey le dijo:–Voy a hacerte una pregunta, y quiero que me contestes con toda franqueza.
15 Jeremías le respondió:–Si contesto a la pregunta, Su Majestad me mandará matar; y si le doy algún consejo, no me hará caso.
16 Pero, en secreto, el rey Sedequías hizo este juramento a Jeremías:–Te juro por el Señor, que nos dio la vida, que no te mandaré matar ni te entregaré en manos de los que quieren matarte.
17 Jeremías dijo entonces a Sedequías:–El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ‘Si te entregas de una vez a los generales del rey de Babilonia, tú y tu familia salvaréis la vida, y esta ciudad no será incendiada.