10 Después fui a casa de Semaías, hijo de Delaía y nieto de Mehetabel, que se había encerrado en su casa. Él me dijo: “Reunámonos en el templo de Dios, dentro del santuario, y cerremos las puertas, porque esta noche piensan venir a matarte.”
11 Pero yo le respondí: “Los hombres como yo, no huyen ni se meten en el templo para salvar el pellejo. Yo, al menos, no me meteré.”
12 Además me di cuenta de que él no hablaba de parte de Dios, sino que decía todo aquello contra mí porque Sambalat y Tobías le habían sobornado;
13 le pagaban por asustarme, para que así yo pecara. De ese modo podrían crearme mala fama y desprestigiarme.
14 ¡Dios mío: recuerda lo que Sambalat y Tobías han hecho! ¡No te olvides tampoco de Noadías, la profetisa, ni de los otros profetas que quisieron asustarme!
15 La muralla quedó terminada el día veinticinco del mes de Elul, y en la obra se emplearon cincuenta y dos días.
16 Nuestros enemigos lo supieron, y todas las naciones que había a nuestro alrededor tuvieron mucho miedo y se vino abajo su orgullo, porque comprendieron que esta obra se había llevado a cabo con la ayuda de nuestro Dios.