2 Hay personas que cuidan de él y que se encargan de sus asuntos hasta el tiempo señalado por el padre.
3 Lo mismo pasa con nosotros: durante nuestra niñez, estábamos, por así decirlo, sometidos a los poderes que dominan este mundo.
4 Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés,
5 para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos.
6 Y para mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo a nuestro corazón; y el Espíritu grita: “¡Abbá! ¡Padre!”
7 Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser su hijo, es voluntad de Dios que seas también su heredero.
8 Antes, cuando no conocíais a Dios, erais esclavos de dioses que en realidad no lo son.