21 Pero otros decían:–Nadie que tenga un demonio puede hablar así. ¿Acaso un demonio puede dar la vista a los ciegos?
22 Era invierno, y en Jerusalén celebraban la fiesta en que se conmemoraba la dedicación del templo.
23 Jesús estaba en el templo, paseando por el pórtico de Salomón.
24 Los judíos le rodearon y le preguntaron:–¿Hasta cuándo nos vas a tener en dudas? Si tú eres el Mesías, dínoslo de una vez.
25 Jesús les contestó:–Ya os lo he dicho y no me habéis creído. Las cosas que yo hago con la autoridad de mi Padre, lo demuestran claramente;
26 pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.
27 Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen.