48 Si le dejamos seguir así, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.
49 Pero uno de ellos llamado Caifás, sumo sacerdote aquel año, les dijo:–Vosotros no sabéis nada.
50 No os dais cuenta de que es mejor para vosotros que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida.
51 Pero Caifás no habló así por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús había de morir por la nación judía,
52 y no solo por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos.
53 Desde aquel día, las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús.
54 Por eso, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó de la región de Judea a un lugar cercano al desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos.