9 Pero como los judíos no tienen trato con los samaritanos, la mujer le respondió:–¿Cómo tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?
10 Jesús le contestó:–Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo:–Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es muy hondo: ¿de dónde vas a darme agua viva?
12 Nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo, del que él mismo bebía y del que bebían también sus hijos y sus animales. ¿Acaso eres tú más que él?
13 Jesús le contestó:–Los que beben de esta agua volverán a tener sed;
14 pero el que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotará en él como un manantial de vida eterna.
15 La mujer le dijo:–Señor, dame de esa agua, para que no vuelva yo a tener sed ni haya de venir aquí a sacarla.