25 Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron entonces a preguntar:–¿No es a este a quien andan buscando para matarle?
26 Pues ahí está, hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que verdaderamente las autoridades creen que este hombre es el Mesías?
27 Pero nosotros sabemos de dónde viene; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene.
28 Al oir esto, Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte:–¡Así que vosotros me conocéis y sabéis de dónde vengo! Pues yo no he venido por mi propia cuenta, sino enviado por aquel que es digno de confianza y a quien vosotros no conocéis.
29 Yo le conozco, porque vengo de él y él me ha enviado.
30 Entonces quisieron apresarle, pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su hora.
31 Muchos creyeron en él, y decían:–Cuando venga el Mesías, ¿hará acaso más señales milagrosas que este hombre?