4 Esto me dijo el Señor mi Dios: «Cuida las ovejas destinadas al matadero.
5 Los compradores las matan sin sentirse culpables, y los vendedores dicen: “¡Gracias al Señor, ya soy rico!” Ni siquiera sus propios pastores tienen compasión de ellas.
6 Pues, del mismo modo, tampoco yo volveré a tener compasión de la gente que vive en este país, sino que voy a entregar a cada uno en manos de su prójimo y en manos de su rey. Éstos destruirán el país, y no salvaré de sus manos a nadie. Yo, el Señor, lo afirmo.»
7 Entonces me puse a cuidar las ovejas destinadas al matadero. Lo hice por cuenta de los tratantes. Y me conseguí dos bastones: al uno lo llamé «Bienestar» y al otro «Unión».
8 Y en un solo mes despedí a tres pastores que habían agotado mi paciencia y que me odiaban.
9 Y a las ovejas les dije: «¡No volveré a ser el pastor de ustedes! ¡Si alguna ha de morir, que muera! ¡Si a alguna la matan, que la maten! ¡Y las que queden, que se coman unas a otras!»
10 Tomé entonces mi bastón llamado «Bienestar» y lo rompí en señal de que quedaba anulada la alianza que Dios había hecho con todas las naciones.