10 También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón:—No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres.
11 Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.
12 Un día, estando Jesús en un pueblo, llegó un hombre enfermo de lepra; al ver a Jesús, se inclinó hasta el suelo y le rogó:—Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
13 Jesús lo tocó con la mano, diciendo:—Quiero. ¡Queda limpio!Al momento se le quitó la lepra al enfermo,
14 y Jesús le ordenó:—No se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes.
15 Sin embargo, la fama de Jesús aumentaba cada vez más, y mucha gente se juntaba para oírlo y para que curara sus enfermedades.
16 Pero Jesús se retiraba a orar a lugares donde no había nadie.