9 Seguí mirando hasta que se establecieron tronos, y el Anciano de Días se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve, y el cabello de su cabeza como lana pura, su trono, llamas de fuego, y sus ruedas, fuego abrasador.
10 Un río de fuego corría, saliendo de delante de El. Miles de millares le servían, y miríadas de miríadas estaban en pie delante de El. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros.
11 Entonces yo seguí mirando a causa del ruido de las palabras arrogantes que el cuerno decía; seguí mirando hasta que mataron a la bestia, destrozaron su cuerpo y lo echaron a las llamas del fuego.
12 A las demás bestias, se les quitó el dominio, pero les fue concedida una prolongación de la vida por un tiempo determinado.
13 Seguí mirando en las visiones nocturnas, y he aquí, con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre, que se dirigió al Anciano de Días y fue presentado ante El.
14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.
15 A mí, Daniel, se me angustió por dentro el espíritu, y las visiones de mi mente seguían turbándome.