6 El hijo honra a su padre, y el siervo a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está mi honor? Y si yo soy señor, ¿dónde está mi temor?--dice el Señor de los ejércitos a vosotros sacerdotes que menospreciáis mi nombre--. Pero vosotros decís: "¿En qué hemos menospreciado tu nombre?"
7 Ofreciendo sobre mi altar pan inmundo. Y vosotros decís: "¿En qué te hemos deshonrado?" En que decís: "La mesa del Señor es despreciable."
8 Y cuando presentáis un animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Y cuando presentáis el cojo y el enfermo, ¿no es malo? ¿Por qué no lo ofreces a tu gobernador? ¿Se agradaría de ti o te recibiría con benignidad?--dice el Señor de los ejércitos.
9 Ahora pues, ¿no pediréis el favor de Dios, para que se apiade de nosotros? Con tal ofrenda de vuestra parte, ¿os recibirá El con benignidad?--dice el Señor de los ejércitos.
10 ¡Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrara las puertas para que no encendierais mi altar en vano! No me complazco en vosotros--dice el Señor de los ejércitos-- ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.
11 Porque desde la salida del sol hasta su puesta, mi nombre será grande entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a mi nombre, y ofrenda pura de cereal; pues grande será mi nombre entre las naciones--dice el Señor de los ejércitos.
12 Pero vosotros lo profanáis, cuando decís: "La mesa del Señor es inmunda, y su fruto, su alimento despreciable."