30 Si tengo que gloriarme, me gloriaré en cuanto a mi debilidad.
31 El Dios y Padre del Señor Jesús, el cual es bendito para siempre, sabe que no miento.
32 En Damasco, el gobernador bajo el rey Aretas, vigilaba la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme,
33 pero me bajaron en un cesto por una ventana en la muralla, y así escapé de sus manos.