26 Entonces Jeroboán pensó: “El reino podría volver a la dinastía de Judá.
27 Si esta gente sube a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el Templo del Señor, su corazón se volverá hacia su señor Roboán, el rey de Judá; luego me matarán a mí y regresarán con Roboán, el rey de Judá”.
28 Así que el rey pidió consejo y mandó hacer dos becerros de oro*. Después dijo a los israelitas:— Ya no tienen que ir más a Jerusalén. ¡Israel, aquí tienes a tu Dios, el que te sacó de Egipto!
29 Y colocó un becerro en Betel y otro en Dan.
30 Esto se convirtió en ocasión de pecado, pues la gente iba hasta Betel y Dan para adorarlos.
31 Construyó también santuarios en los montes y nombró sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de la tribu de Leví.
32 Declaró festivo el día quince del mes octavo, imitando la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar que había erigido en Betel a ofrecer sacrificios a los ídolos que había mandado hacer. Estableció en Betel a los sacerdotes de los santuarios que había construido.