2 David llegó a Nob* donde estaba el sacerdote Ajimélec. Este salió asustado a su encuentro y le preguntó:— ¿Cómo es que vienes solo, sin nadie que te acompañe?
3 David le respondió:— El rey me ha encomendado una misión y me ha dicho que nadie debía saber nada del asunto que me ha encargado y de la misión que me ha encomendado. En cuanto a mis subordinados, los he citado en un lugar determinado.
4 Y ahora, si los tienes a mano, dame cinco panes o lo que encuentres.
5 El sacerdote le dijo:— No tengo pan corriente, sólo dispongo de pan consagrado*, con tal de que tus subordinados se hayan abstenido de trato con mujeres.
6 David le contestó:— Por supuesto, siempre que salimos de campaña, nos abstenemos de mujeres. Y si los muchachos van purificados cuando se trata de una misión corriente, ¡con mayor razón lo estarán hoy!
7 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, pues allí no había más pan que el de la ofrenda, que había sido retirado de la presencia del Señor para ser sustituido por pan tierno.
8 Aquel día andaba por allí uno de los servidores de Saúl, que había tenido que quedarse en el santuario. Se llamaba Doeg, el edomita, y era el jefe de los pastores de Saúl.