33 pero él, extendiendo la mano derecha hacia el Templo, juró que, si no le entregaban preso a Judas, arrasaría el Templo de Dios, destruiría el altar y allí mismo levantaría un espléndido templo al dios Dionisos.
34 Dicho esto, se retiró. Los sacerdotes, levantando entonces las manos al cielo, invocaron con estas palabras a aquel que siempre había combatido a favor de nuestra nación:
35 — Tú, Señor de todo, que no tienes necesidad de nada, escogiste este Templo como morada tuya en medio de nosotros.
36 Ahora, Señor santísimo, preserva para siempre libre de profanación esta casa recientemente purificada.
37 Denunciaron por entonces ante Nicanor a Razis, uno de los ancianos de Jerusalén, buen patriota y persona muy estimada, a quien, por su mucha generosidad, llamaban “padre de los judíos”.
38 En otros tiempos, cuando tuvo lugar la rebelión frente al paganismo, había defendido constantemente la causa judía, y había expuesto por ella su cuerpo y su vida con gran entereza.
39 Nicanor, deseando poner en evidencia la hostilidad que sentía hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestar a Razis;