14 Y así, en el día que había señalado, entró en el Templo para inspeccionar el tesoro, lo cual causó gran consternación en toda la ciudad.
15 Los sacerdotes, de rodillas delante del altar con sus ropas sacerdotales, invocaban a Dios, que había dado la ley sobre los bienes en depósito, y le rogaban que los preservara intactos para quienes los habían depositado.
16 El aspecto del sumo sacerdote impresionaba profundamente, pues su rostro y la palidez de su semblante revelaban la angustia que llenaba su alma.
17 El miedo y el temblor que estremecía su cuerpo revelaban a quienes lo miraban el intenso dolor de su corazón.
18 Además, la gente salía en grupos de sus casas, para orar juntos por el Templo que estaba en peligro de ser profanado.
19 Las mujeres, ceñidas de sayal por debajo de los pechos, llenaban las calles; y las más jóvenes, encerradas generalmente en sus casas, corrían unas a las puertas y otras a las murallas, mientras otras se asomaban a las ventanas.
20 Todas ellas oraban con las manos alzadas al cielo;