28 a pesar de las reclamaciones de Sóstrates, jefe de la ciudadela y encargado de cobrar los impuestos. Por esa razón, los dos fueron convocados ante el rey.
29 Menelao dejó a su hermano Lisímaco como sucesor en el cargo de sumo sacerdote; y Sóstrates dejó a Crates, el jefe de los mercenarios chipriotas.
30 Mientras sucedían estas cosas, los habitantes de Tarso y de Malos se sublevaron, porque sus ciudades habían sido regaladas a Antióquida, la concubina del rey.
31 El rey partió apresuradamente para poner en orden las cosas, dejando en lugar suyo a Andrónico, un alto personaje de la corte.
32 Menelao, pensando que la ocasión le era propicia, robó del Templo algunos objetos de oro y se los dio a Andrónico. Otros los vendió en Tiro y en las ciudades vecinas.
33 Cuando Onías* —que se había retirado a Dafne, lugar cercano a Antioquía y que gozaba de inmunidad— supo con toda evidencia lo sucedido, reprochó a Menelao su conducta.
34 Entonces Menelao llamó en secreto a Andrónico y le encargó que matara a Onías. Andrónico se presentó a Onías y, aunque este no acababa de creerle, le tendió la mano derecha en señal de juramento, lo persuadió con astucia para que saliera de su lugar de refugio e inmediatamente lo mató, sin mostrar respeto alguno por la justicia.