4 Onías, considerando lo peligroso de aquella rivalidad, y que Apolonio, hijo de Menesteo, gobernador de Celesiria y Fenicia, fomentaba la maldad de Simón,
5 se dirigió al rey, no para acusar a sus conciudadanos, sino en busca del bien general y particular de su pueblo.
6 Porque, en efecto, él veía que de no intervenir el rey sería imposible alcanzar la paz y poner fin a la locura de Simón.
7 Muerto Seleuco*, le sucedió en el trono Antíoco, el llamado Epífanes. Por aquel entonces, Jasón, hermano de Onías, usurpó de manera fraudulenta el sumo sacerdocio,
8 prometiendo al rey en una audiencia entregarle trescientos sesenta talentos de plata, más otros ochenta procedentes de diversas rentas.
9 Además, se comprometió, por escrito, a pagar otros ciento cincuenta talentos si se le autorizaba a instalar por cuenta propia un gimnasio y un centro cultural para jóvenes, y a inscribir en un registro a los antioquenos que vivían en Jerusalén.
10 El rey accedió a estas peticiones, y Jasón, tomando posesión del cargo, comenzó en seguida a introducir entre sus compatriotas el estilo de vida griego,