14 Tan sólo en tres días hubo ochenta mil víctimas: cuarenta mil murieron asesinados y otros tantos fueron vendidos como esclavos.
15 Pero no contento con esto, aún tuvo Antíoco el atrevimiento de entrar en el Templo más santo de toda la tierra, llevando por guía a Menelao, traidor a sus leyes y a su patria.
16 Con sus manos impuras tomó el rey los objetos sagrados y se apoderó con manos sacrílegas de las ofrendas que otros reyes habían hecho para realzar la gloria y el honor del lugar.
17 En el colmo de su soberbia, Antíoco no comprendía que el Señor se había irritado por un poco de tiempo contra los habitantes de la ciudad a causa de sus pecados, y que por eso había apartado del Templo su mirada.
18 Si ellos no hubieran cometido tantos pecados, Dios habría castigado a Antíoco desde el primer momento y le habría hecho desistir de su osadía, lo mismo que hizo con Heliodoro cuando el rey Seleuco lo envió a inspeccionar el tesoro del Templo.
19 Pero Dios no escogió al pueblo por causa del Templo, sino que escogió el Templo por causa del pueblo.
20 Por esta razón, habiendo participado el Templo en las desgracias del pueblo, participó igualmente en su restauración. Dios todopoderoso lo abandonó, porque estaba irritado; pero luego, cuando el Señor soberano se reconcilió con él, lo restauró de nuevo en toda su gloria.