22 — Yo no sé cómo aparecieron ustedes en mis entrañas, ni fui yo quien les dio el aliento de la vida ni quien ordenó con armonía los miembros de su cuerpo.
23 El creador del universo y autor de todas las cosas, es quien forma al ser humano desde su origen. Y él, en su misericordia, les devolverá el aliento de la vida, puesto que, por amor a sus leyes, han dejado de pensar en ustedes mismos.
24 Antíoco creyó que se estaba burlando de él y que, con esas palabras, lo insultaba. Y como el más joven aún vivía, el rey trató de convencerlo prometiendo bajo juramento hacerlo rico y dichoso, contarlo entre sus amigos y confiarle altos cargos, si renunciaba a las tradiciones de sus antepasados.
25 Pero como el joven no le hacía caso alguno, el rey llamó a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo para salvarle la vida.
26 Tanto insistió, que finalmente ella se avino a convencer a su hijo.
27 Inclinándose hacia él, y burlándose del cruel tirano, dijo en su lengua materna:— Hijo, ten piedad de mí que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué hasta llegar a tu edad actual.
28 Ahora, hijo mío, te pido que mires al cielo y a la tierra, y que, al ver lo que hay en ellos, entiendas que Dios lo hizo todo de la nada, y de la misma manera creó al género humano.