24 Antíoco creyó que se estaba burlando de él y que, con esas palabras, lo insultaba. Y como el más joven aún vivía, el rey trató de convencerlo prometiendo bajo juramento hacerlo rico y dichoso, contarlo entre sus amigos y confiarle altos cargos, si renunciaba a las tradiciones de sus antepasados.
25 Pero como el joven no le hacía caso alguno, el rey llamó a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo para salvarle la vida.
26 Tanto insistió, que finalmente ella se avino a convencer a su hijo.
27 Inclinándose hacia él, y burlándose del cruel tirano, dijo en su lengua materna:— Hijo, ten piedad de mí que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué hasta llegar a tu edad actual.
28 Ahora, hijo mío, te pido que mires al cielo y a la tierra, y que, al ver lo que hay en ellos, entiendas que Dios lo hizo todo de la nada, y de la misma manera creó al género humano.
29 No temas, pues, a ese verdugo, sino muéstrate digno de tus hermanos; acepta la muerte, para que yo te recobre juntamente con ellos por la misericordia de Dios.
30 Aún estaba ella hablando, cuando el joven dijo:— ¿Qué están esperando? Yo no voy a obedecer las órdenes del rey, sino a la ley que fue dada a nuestros antepasados por medio de Moisés.