30 Aún estaba ella hablando, cuando el joven dijo:— ¿Qué están esperando? Yo no voy a obedecer las órdenes del rey, sino a la ley que fue dada a nuestros antepasados por medio de Moisés.
31 Y tú, que eres el autor de todos los males que afligen a los hebreos, no podrás escapar de las manos de Dios.
32 Nosotros sufrimos a causa de nuestros propios pecados;
33 y aunque el Señor de la vida se haya irritado contra nosotros por un breve lapso de tiempo para castigarnos y corregirnos, de nuevo se reconciliará con sus siervos.
34 Pero tú, el más impío y abominable de todos los mortales, no te engrías sin razón ni abrigues vanas esperanzas alzando tu mano contra los siervos de Dios,
35 porque todavía no has escapado del juicio del Dios todopoderoso que todo lo ve.
36 Nuestros hermanos, después de haber padecido un tormento pasajero, gozan ahora de la vida eterna prometida por Dios. Pero tú habrás de soportar el castigo de Dios que merece tu soberbia.