25 Me consta, además, que los gobernantes de los países vecinos a mi reino están al acecho de una oportunidad favorable. Por eso he designado rey a mi hijo Antíoco, a quien en muchas ocasiones, durante mis campañas en las regiones altas, ya había presentado y recomendado a la mayor parte de ustedes. A él le he escrito la carta que va a continuación.
26 Les ruego, pues, a todos ustedes, que no olviden los beneficios públicos y privados que de mí han recibido, sino que conserven hacia mi hijo la misma lealtad que han tenido conmigo.
27 Porque estoy convencido de que él seguirá una línea de moderación y humanidad, de acuerdo con mis principios”.
28 De este modo murió aquel asesino y blasfemo, que tanto había hecho padecer a otros. Su vida terminó miserablemente en un país extranjero, entre montañas, y sufriendo los más atroces tormentos.
29 Su cuerpo lo recogió Filipo, amigo suyo de la infancia. Pero como este no se fiaba del hijo de Antíoco, se dirigió a Egipto, a la corte de Tolomeo Filométor.