8 Yo te entregué la casa de tu señor y puse sus mujeres en tus brazos; te entregué las tribus de Israel y de Judá y, por si esto fuera poco, pensaba darte aún mucho más”.
9 ¿Por qué has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que le desagrada? Has asesinado a Urías, el hitita, por medio de la espada amonita, y te has apoderado de su mujer.
10 Pues bien, por haberme despreciado, tomando a la mujer de Urías, el hitita, para convertirla en tu esposa, la espada ya nunca abandonará tu casa.
11 Esto dice el Señor: Yo haré que la desgracia te sobrevenga desde tu propia casa. Tomaré tus mujeres en tu propia cara y se las entregaré a tu prójimo, para que se acueste con ellas en tu cara y a la luz de este sol.
12 Lo que tú hiciste a escondidas yo lo haré delante de todo el pueblo y a plena luz.
13 David dijo a Natán:— ¡He pecado contra el Señor!Natán le respondió:— El Señor ha perdonado tu pecado. No morirás.
14 Pero por haber despreciado totalmente al Señor* actuando así, el hijo que has tenido morirá.