13 Entonces Nabucodonosor, irritado sobremanera, hizo venir a Sadrac, Mesac y Abednegó. En cuanto los trajeron ante el rey,
14 Nabucodonosor les dijo:— ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abednegó, que ustedes no dan culto a mis dioses ni adoran la estatua de oro erigida por mí?
15 ¿Están ahora dispuestos, en cuanto oigan el sonido de los cuernos, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y demás instrumentos musicales, a postrarse para adorar la estatua que he mandado erigir? Lo digo porque, si no la adoran, serán arrojados al instante al horno ardiente. Y entonces, ¿qué dios será capaz de librarlos de mis manos?
16 Sadrac, Mesac y Abednegó respondieron al rey Nabucodonosor:— De ese asunto no tenemos nada que responder.
17 Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu mano, seguro que nos librará, majestad.
18 Pero, aunque no lo hiciera, puedes estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.
19 Entonces Nabucodonosor, henchido de cólera y con el rostro demudado por la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednegó, ordenó que encendiesen el horno siete veces más fuerte que de costumbre,