19 Entonces Nabucodonosor, henchido de cólera y con el rostro demudado por la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednegó, ordenó que encendiesen el horno siete veces más fuerte que de costumbre,
20 que los soldados más fornidos maniatasen a Sadrac, Mesac y Abednegó y que los arrojasen en el horno ardiente.
21 Estos tres hombres, una vez maniatados, fueron arrojados en medio del horno ardiente con la ropa que llevaban puesta: túnicas, turbantes, mantos y demás vestimenta.
22 Como la orden del rey había sido tan apremiante y el horno estaba al rojo vivo, las llamaradas abrasaron a los hombres que habían llevado a Sadrac, Mesac y Abednegó,
23 mientras los tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abednegó, caían maniatados en medio del horno.
24 Entonces el rey Nabucodonosor se quedó pasmado, se levantó de golpe y preguntó a sus consejeros:— ¿No hemos arrojado a las llamas a tres hombres maniatados?Le respondieron:— Cierto, majestad.
25 El rey insistió:— Pues yo estoy viendo cuatro hombres que pasean desatados en medio del fuego, sin quemarse. ¡Y el cuarto tiene todo el aspecto de un hijo de los dioses!