17 El árbol que viste crecer corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible desde toda la tierra,
18 que tenía un ramaje magnífico y tal cantidad de frutos que podía alimentar a todos, con una sombra bajo la cual iban a cobijarse los animales salvajes y unas ramas en las que anidaban las aves del cielo, ese árbol
19 eres tú, majestad. Te has hecho grande y poderoso: tu grandeza ha llegado hasta el cielo y tu poder se ha expandido por los confines de la tierra.
20 También viste, majestad, a un vigilante santo que bajaba del cielo y decía: “Talen el árbol y háganlo astillas, pero dejen en tierra el tocón y las raíces, sujetos con cadenas de hierro y de bronce, como una más de las matas del campo. Que lo empape el rocío del cielo y se alimente como las bestias del campo, hasta que pasen siete años”.
21 Pues bien, majestad, esta es su interpretación y la decisión que el Altísimo ha tomado sobre el rey, mi señor:
22 Dejarás de estar entre las personas y vivirás en compañía de las bestias del campo. Te darán hierba, igual que a los toros, quedarás empapado por el rocío del cielo. Tendrán que transcurrir siete años hasta que reconozcas que el Altísimo tiene poder sobre los reinos humanos, y los da a quien le place.
23 La orden de dejar el tocón y las raíces del árbol significa que el reino te será devuelto en cuanto reconozcas que el único que tiene poder es el Dios del cielo.