6 Di, por tanto, a Israel: Esto dice el Señor Dios: Conviértanse y apártense de sus ídolos, aparten la vista de todas sus abominaciones.
7 Pues a todo israelita o al forastero residente en Israel que deje de seguirme, que tenga puesto su corazón en sus ídolos y sólo tenga ojos para la causa de su pecado, y que luego venga a consultarme por medio del profeta, yo mismo, el Señor, le responderé.
8 Me encararé con esa persona y la convertiré en motivo de refrán; la extirparé de mi pueblo, y así reconocerán que yo soy el Señor.
9 Y si el profeta es seducido y pronuncia un oráculo en esa situación, es que yo, el Señor, he seducido al profeta en cuestión; lo asiré con mi mano y lo haré desaparecer de mi pueblo Israel.
10 Y cada cual cargará con su culpa: el que consulta y el profeta.
11 De esta manera Israel no volverá a andar desorientado y alejado de mí, ni se contaminará con sus crímenes. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios —oráculo del Señor Dios—.
12 El Señor me dirigió la palabra: