57 Además, esos dioses de madera, recubiertos de oro y plata, son igualmente impotentes para salvarse de ladrones y salteadores que, al ser más fuertes que ellos, los despojan del oro, de la plata y de las ropas que los cubren, y luego se van sin que los dioses logren socorrerse a sí mismos.
58 Por tanto, un rey capaz de demostrar su valentía o un objeto útil en una casa y del cual se sirve el dueño, tienen más valor que esos falsos dioses. Igualmente la puerta de una casa que protege lo que hay en ella o una columna de un palacio real, valen más que esos falsos dioses.
59 El sol, la luna y las estrellas resplandecen, y se muestran dóciles en su cometido;
60 lo mismo el relámpago que, cuando aparece, es bien visible; y el viento, que sopla de cualquier parte.
61 Cuando Dios ordena a las nubes que recorran todo el mundo, ellas ejecutan el mandato; y el fuego, cuando es enviado desde lo alto para quemar montes y bosques, cumple la orden recibida.
62 Pero esos dioses no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni en belleza ni en poder.
63 Por eso no es posible pensar ni decir que realmente se trata de dioses, puesto que, carentes de poder, no son capaces de hacer justicia ni de favorecer a los humanos.