4 Pero la mujer escondió a los dos hombres y respondió:— Es cierto que esos hombres han venido a mi casa, pero yo no sabía de dónde procedían;
5 cuando, al anochecer, estaba a punto de cerrarse la puerta de la ciudad, esos hombres salieron y no sé adónde han ido. Si ustedes se dan prisa en perseguirlos, los alcanzarán.
6 Pero ella los había hecho subir a la terraza y los había escondido entre unos manojos de lino que tenía amontonados allí.
7 Salieron unos hombres en su persecución hacia los vados del Jordán, y la puerta de la ciudad se volvió a cerrar en cuanto los perseguidores salieron tras ellos.
8 Todavía no se habían acostado los espías, cuando Rajab subió a la terraza, donde ellos estaban,
9 y les dijo:— Ya sé que el Señor les ha entregado esta tierra, que nos ha invadido el pánico y que todos los habitantes de esta región tiemblan ante ustedes.
10 Nos hemos enterado de cómo el Señor secó las aguas del mar de las Cañas* delante de ustedes cuando salieron de Egipto, y de lo que han hecho con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, con Sijón y con Og, a quienes ustedes consagraron al exterminio.