6 El sumo sacerdote Joaquín*, que por entonces residía en Jerusalén, escribió una carta a los habitantes de Betulia y Betomestáin, situadas frente a Esdrelón, ante la llanura vecina a Dotán.
7 En su carta les decía que ocupasen las subidas de la montaña que daban acceso a Judea, porque desde allí podía impedirse fácilmente el avance del enemigo, ya que lo angosto del camino sólo permitía el paso de dos personas.
8 Los israelitas hicieron lo que el sumo sacerdote Joaquín y los ancianos del pueblo de Israel, residentes en Jerusalén, les habían ordenado.
9 Todos los israelitas clamaron con gran fervor a Dios y se humillaron profundamente delante de él.
10 Ellos, con sus mujeres, sus niños y sus ganados, así como todos los extranjeros, jornaleros y esclavos que vivían allí, se vistieron de sayal.
11 Todos los israelitas que vivían en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron frente al Templo, arrojaron ceniza sobre sus cabezas y tendieron vestidos de sayal delante del Señor.
12 Recubrieron también de sayal el altar y, a una voz, clamaron con fervor al Dios de Israel rogándole que no permitiera que sus niños les fueran arrebatados ni raptadas las mujeres, ni tampoco destruidas las ciudades de su heredad ni profanadas las cosas santas y convertidas en objeto de burla entre los paganos.