1 Cuando Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, fue informado de que los israelitas se habían preparado para la guerra cerrando los pasos de montaña, fortificando las cimas de los montes más altos y poniendo obstáculos en las llanuras,
2 montó en una cólera terrible. Convocó a los jefes moabitas, a los comandantes amonitas y a todos los gobernadores del litoral,
3 y les dijo:— Cananeos, infórmenme acerca de ese pueblo establecido en la montaña: cuáles son sus ciudades, cuál el número de sus soldados, en qué radica su fuerza y poderío, quién es el rey que los gobierna y dirige su ejército,
4 y por qué razón son ellos los únicos que, entre todos los pueblos de occidente, se niegan a recibirme.
5 Respondió entonces Ajior, comandante de todos los amonitas, diciéndole:— Mi señor, si escuchas las palabras de este siervo tuyo, conocerás la verdad acerca del pueblo que vive en esas montañas próximas al lugar donde te encuentras. Ninguna falsedad saldrá de la boca de tu siervo.
6 Se trata de un pueblo que desciende de los caldeos.